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jueves, 25 de agosto de 2011

«Se preparan para ir a casa de sus suegros»

Daniela Radu, gitana rumana, escapó de un matrimonio joven huyendo el día de su boda
«Se preparan para ir a casa de sus suegros»

Aquel 9 de marzo de 2002 aterrizó en Londres. Se dirigió a una cabina pública del aeropuerto de Heathrow y marcó el número de su casa. «¿Cómo has podido hacerme esto?», se rebobinaba la voz de su madre una y otra vez, entre interferencias de lloros y gritos. Decidió colgar.

Daniela Radu, en un parque de Madrid

Estaba harta. De las mofas de sus primas porque quisiera estudiar mientras «nosotras nos preparamos para ir a casa de nuestros suegros». De que su madre la llevara una vez al mes al ginecólogo para comprobar si seguía siendo virgen. De que el marido que se le asignó no le dejara sacarse el carnet de conducir por si salía a buscar hombres. La gitana rumana Daniela Radu (Bucarest, 1980) estaba cansada de que, desde nacimiento, su futuro estuviera casado. «Mi vida iba a estar llena de hijos y morados. No conozco a ninguna gitana de mi barrio a la que no le hayan metido una bofetada, le hayan llamado tonta o inútil», afirma. «Lo que pasa es que no se denuncia, sería una vergüenza. Mis primas se han casado con 14 años, y están contentas porque es una cuestión de orgullo, su buena posición se la deben a un marido que trae dinero a casa y tiene un coche».

La tradición de emparejar a las cíngaras rumanas apenas llegada la adolescencia se remonta a 1856, cuando los gitanos eran vasallos y los señores feudales desvirgaban a las niñas. Una boda infantil lo evitaba, casándose la romaní con uno de los suyos. «No evolucionan. Son como los talibán, marginados, no acuden a empadronarse y no les importa que sus hijos se escolaricen», opina Eugenia Matescu, presidenta de la Asociación de los Rumanos de Brunete. «No soy racista, pero me da miedo porque parece que todos los rumanos somos gitanos”.

En España cohabitan 650.000 cíngaros españoles, y entre 20.000 y 50.000 son búlgaros y rumanos. Benjamín Cabaleiro, de la Asociación Secretariado General Gitano, considera que la diferencia entre la comunidad romaní española y la rumana reside en el acceso a los servicios básicos. «Los gitanos de aquí tienen educación y vivienda, un 98% de los niños están escolarizados. Los rumanos viven mucho más aislados y el índice de pobreza es mayor».

Daniela afirma que en el barrio de los Albañiles (Buscarest), donde pasó su infancia, de 3.000 personas sólo siete han cursado estudios más allá de cuarto de secundaria. «Yo entre ellos», añade muy ufana. Estudió Criminología y hasta ejerció de detective privado en Moldavia. La primera vez que se fugó, siendo una adolescente.

La segunda fue aquel 9 de marzo. El día de su boda. No le convenció Inglaterra y optó por España, donde reside hace 9 años. Es traductora y secretaria de la asociación Rrom Madrid, que agrupa a gitanos rumanos. Tiene dos hijos.

Al poco tiempo de llegar, limpiando las cocinas de un restaurante, conoció a su marido. «Él es de aquí, transportista, y comía en el bar con frecuencia. Le hizo gracia mi trenza hasta la cadera», cuenta. «Necesitaba mi libertad, ser yo misma y no depender de nadie. Curiosamente, gracias a eso he conocido lo que es el amor».