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domingo, 23 de mayo de 2010

Los gitanos españoles desde su salida de la India hasta los primeros

LOS GITANOS, DESDE SU SALIDA DE LA INDIA HASTA SU LLEGADA A
EUROPA
La personalidad histórica de los gitanos fue un enigma hasta el
siglo XVIII. Historiadores, lingüistas y viajeros se preguntaban acerca de su
origen, características de su lengua, etc., lo que es probable que contribuyera
a formar en torno a ellos una aureola romántica. Hasta el último
cuarto del siglo xviii no establecieron Grellman, Rüdiger y Bryant, de forma
casi simultánea, el origen indio de su lengua y, por tanto, de su etnia,
pero todavía a principios del siglo xx continuaban discutiendo los estudiosos
acerca del «puesto» exacto que corresponde a ios gitanos en la
familia indoaria. La mayor parte de ios trabajos fiables correspondían, por
tanto, a los especialistas en lingüística, y todavía sigue siendo preciso
referirse a este tipo de estudios cuando se quiere trazar el mapa de los
desplazamientos del grupo gitano desde su salida de la India, en fechas
no bien delimitadas,'
De acuerdo con un estupendo artículo de J. Sampson * no pueden ser
aceptados como primera referencia acerca de los gitanos después de su
salida de la India los relatos legendarios a propósito de un grupo de
bailarines y músicos que llegaron a Persia en tiempos del rey sasánida
Bahram Gur, y a los que se refiere el poeta persa Firdusi con el nombre
de luris^. De acuerdo con Sampson, resulta más plausible relacionar a
los gitanos con grupos que todavía pueden encontrarse en el Norte y
Noroeste de la India. Colocan sus tiendas miserables en las afueras de
los poblados y fabrican cestas, y otros utensilios semejantes. En otras
palabras, son miembros de la casta inferior que trabajan como herreros
y músicos".
^en una serie de artículos que me parece oportuno recordar ahora®, 1417
puede ser considerada como la fecha que señala la aparición oficial de
nuestra minoría en Europa. Bataillard se refiere al hecho de que los líderes,
que se autodenominaban «condes», «duques» y otros títulos similares, se
presentaron con cartas de recomendación del Emperador de Alemania y
el propio Papa —en 1422—. Los «condes» y «duques» aseguraban que
eran peregrinos del camino hacia lugares santos donde tenían que purgar
el pecado de apostasía que habían cometido al abjurar de sus creencias
cristianas bajo la presión de los musulmanes. Según Bataillard, los jefes
de las diferentes agrupaciones que irrumpen por estas fechas en casi
todas las capitales europeas se mantenían en contacto entre sí, y estaban
realizando la exploración del territorio en el que pensaban asentarse a
continuación.
En 1418 llegan a Augsburgo unos 50 gitanos, seguidos por un gran
número de mujeres y chiquillos. Aseguraron que provenían de la Pequeña
Egipto y que eran expertos en el arte de la adivinación. La crónica que
da cuenta de su llegada los presenta también como expertos en el pequeño
robo''. El viernes 24 de agosto de 1419 llegan a Laurent, cerca de
Macón, Andrés, duque de la Pequeña Egipto, y su grupo de gitanos*. Se
dice de ellos que son hombres de gran estatura y terrible aspecto, con
largos cabellos. Tanto los hombres como las mujeres practican las artes
mágicas, lo que en estas tempranas fechas ya les acarreó problemas con
la justicia real. El 1 de octubre de 1419 aparecen en Sisteron, Provenza,
donde se les denomina «sarracenos»^ es decir no-cristianos. En 1420, el
Cualesquiera que sea su origen, los gitanos abandonaron la India conno
un grupo nómada que se instaló en Persia en fechas indeternninadas. De
acuerdo con los análisis lingüísticos de Sampson, en este área vivieron
el tiempo suficiente para que su lengua se impregnara de bastantes elementos
semíticos. Abandonaron Persia antes de la conquista árabe, y a
partir de este momento, se dividen en dos familias diferentes que irán a
instalarse en Siria y Armenia. Es posible que su estancia en Armenia fuera
más breve que en Persia, pero también aquí permanecieron lo suficiente
como para adquirir nuevos elementos que han podido ser estudiados por
los especialistas. Probablemente; la inestabilidad interior del país, sometida
a frecuentes ataques por parte de los soldados bizantinos en el
siglo XI, les obligó de nuevo a buscar un nuevo hogar, y a continuación
podemos seguir las huellas de su paso por la Grecia bizantina. Nuevos
vocablos se incorporan a la lengua de los gitanos, y gracias a ellos resulta
posible señalar que debieron llegar hasta este nuevo asentamiento antes
del final del siglo xi, donde encontramos por primera vez testimonios históricos
más seguros que las leyendas acerca de los luris. Un monje del
monte Athos que escribía alrededor del año 1100 se refiere a un grupo
de hombres descendientes de la raza samaritana de Simón Mago, que
eran brujos famosos e incluso aficionados a envenenar animales. Un siglo
más tarde se hablará de ellos como encantadores de serpientes y adivinadores
del porvenir. En 1322 Simón Simeonis les describe en su Itinerarium
durante su paso por Creta, considerándoles como a gentes que
aseguraban descender de la familia de Ham. Según Simón Simeonis,
nunca se paraban en un lugar más de treinta días, yendo de lugar en
lugar con sus tiendas, lo mismo que los árabes ^ Por estas mismas fechas,
aparecen también como vasallos en Corfú y siervos en Valaquia.
Según Sampson, antes de fines del siglo xiv los gitanos ya se habían
extendido por la zona balcánica.
Después de su llegada a Europa empezamos a contar con cierta abundancia
de datos para fechar con exactitud su presencia en los distintos
países. Presionados por la invasión de los turcos, los gitanos deciden
explorar Europa Occidental a partir de 1417 y viajan con suma rapidez.
Hamburgo y otras ciudades hanseáticas el mismo año. Leipzig, Frankfurt,
Suiza y Bavaria en 1418, Francia y la Provenza en 1419, Flandes en 1420,
Bolonia y Roma en 1422.
De acuerdo con el profesor Batallairad, quien se ocupó a fines del
siglo pasado de la llegada a Europa de los gitanos durante este período
A pesar de esta expectación, también se les acusó de que sus mujeres
entraban en las tiendas, y con el pretexto de ver las mercancías, robaban
muchas cosas.
Después de su visita a Bolonia, y un poco más tarde a Forli, los gitanos
anunciaron su intención de dirigirse a Roma. Bataillard considera que ya
había transcurrido demasiado tiempo desde que consiguieron la carta de
presentación del Emperador de Alemania y, por tanto, se proponían renovar
su caducado crédito con alguna credencial del propio Papa, lo que
consiguieron, al parecer; a través de algún intermediario, ya que no tenemos
noticias de su entrada en Roma.
También en 1422 llegan a Bale. Ratisbona lo visitan en dos ocasiones,
en 1424 y 1426, y, finalmente, en 1427 se presentan en París, visita de
la que nos ha quedado un estupendo documento que merece la pena
analizar detenidamente. De acuerdo con el anónimo cronista del Diario
de un burgués de París, la imagen que producen los gitanos reúne las
mismas características que ya se han perfilado en las ciudades anteriores,
pero el autor de esta crónica las ha resumido con tal maestría que a
través de su testimonio el lector podrá tener el mejor resumen posible de
la impresión que produjeron los gitanos a los europeos del primer cuarto
del siglo xv:
«... llegaron a París doce penitentes, según ellos decían, a saber un
duque, un conde, y diez hombres, todos a caballo, que se decían buenos
cristianos, procedentes del Bajo Egipto. Aseguraban, asimismo, que antes
también habían sido cristianos, que estos les habían sometido no mucho
tiempo atrás, tanto a ellos como a todo su país, y que los habían hecho
convertirse o morir a los que rehusaban a cambiar de credo. Los recién
bautizados siguieron siendo señores de la región como antaño... Algún
tiempo después de haber ellos abrazado la fe cristiana, los sarracenos
los asaltaron, se rindieron a estos enemigos, y volvieron a ser sarracenos
Ocurrió más tarde que los cristianos, como el emperador de Alemania,
el rey de Polonia, y otros señores, enterados de que habían procedido
con tanta falsía al abandonar sin mayor trabajo nuestra fe para retornar
a su condición de sarracenos e idólatras, les atacaron y vencieron con
facilidad, pues los derrotados pensaron que los dejarían otra vez en su
país como antes, con la condición de hacerse cristianos. El emperador
y los demás señores, luego de larga deliberación en consejo, decidieron
que en lo sucesivo los vencidos no poseerían tierras en su propio país,
hasta que el Papa no consintiera en ello, para lo cual era conveniente
que fueran a ver al Santo Padre a Roma. Hacia allá marcharon todos,
grandes y pequeños, con gran sufrimiento de los niños. Al llegar hicieron
confesión general de los pecados. El Papa les ordenó como penitencia,
que durante siete años consecutivos anduvieran por el mundo sin acostarse
en lecho. Como ayuda de gastos dispuso que todo obispo o abad
portador de báculo les diera por una sola vez diez libras tornesas; les
entregó cartas para los prelados de la iglesia en las que hacía mención
de lo por él dispuesto, y les dio su bendición.
Se marcharon, pues, y erraron por el mundo durante cinco años antes
de llegar a París los doce de que he hablado, el 17 de agosto de 1427.
El día de San Juan el Degollado llegó el resto de esta gente, a la que
no se dejó entrar en la ciudad. Sin embargo, por decisión de la justicia,
se les alojó en la Chapelle Saint Denis. No eran en total, entre hombres,
mujeres y niños, más de cien o ciento veinte personas. Cuando salieron
de su tierra habían sido mil o mil doscientos, los que faltaban habían
muerto en el camino.
Durante su estancia en la Chapelle hubo tal afluencia de gentes de
París, de san Dionisio y de los alrededores de París, deseosas de ver
como jamás las hubo ni para la bendición del Bendito. Bien es verdad
que tanto muchachas como varones eran más astutos que nadie. Casi
todos tenían ambas orejas perforadas y llevaban en cada una de ellas
uno o dos aros de plata, decían que en su país era signo de nobleza.
Los hombres eran muy negros, de cabellos crespos. Las mujeres las
más feas y oscuras que puedan verse. Todas tenían el rostro surcado de
arrugas, cabellos negros como la cola de un caballo y vestían una vieja
manta muy ordinaria, prendida al hombro Cbmo un lazo de paño o de
cuerda, y bajo esa prenda, como todo adorno, un pobre corpino con una
camisa. Eran, en suma, las criaturas más miserables que jamás se haya
visto en Francia. A pesar de su pobreza, había entre ellos brujas que
adivinaban examinando las líneas de la palma de la mano, lo que a uno
le había ocurrido o había de pasarle. Con sus afirmaciones trajeron dificultades
a varios matrimonios, pues le decían al marido, «Tu mujer te
ha engañado» o a la mujer: «tu marido te es infiel».
Lo peor era que mientras hablaban a los curiosos, ya por arte de
magia, o por otro procedimiento, ya sea por obra del enemigo que está
en el infierno, o por hábiles manejos, les vaciaba de dinero la bolsa para
engrosar la propia, según se decía. A la verdad yo estuve en el lugar tres
o cuatro veces para hablar con ellos y nunca advertí que hubiera perdido
una moneda, así como tampoco los vi a los que adivinaban por medio
de las manos de la gente. Eso se afirmaba por todas partes, sin embargo,
tanto que la noticia llegó hasta el obispo de París, quien fue en persona
al lugar llevando consigo a un eclesiásti9o hermano menor de la Orden,
a quien llamaban el pequeño Jardoin. Éste, por orden del obispo, les
echó un buen sermón, excomulgando a quienes, hombres y mujeres, hubieran
practicado tal adivinación o creído en ella. Al final, tuvieron que
marcharse. Partieron el día de nuestra Señora, en septiembre, rumbo a
Pantoise ^^.
Como vennos, todos los documentos que describen la llegada de los
gitanos a Europa coinciden en hablar de sus artes mágicas, unidas a su
habilidad para apropiarse de lo ajeno. Los gitanos provocaban una mezcla
de curiosidad y temor que resultaba muy a propósito para realizar ambas
cosas.
Nuestra minoría, por tanto, queda incorporada a partir de estas fechas
a los paisajes europeos como un elemento exótico, carácter que mantendrán
hasta nuestros días. Los rasgos esenciales del «mito» gitano han
quedado acuñados a partir de estos textos: ladrones y adivinos, atractivos,
pero marginales.
¿Qué tienen estos gitanos que ver con ios grupos que salieron de la
India, probablemente hacia el siglo ix? Resulta difícil pronunciarse. El idioma
es probablemente el rasgo más representativo, las únicas señas de
identidad que pudieron recoger los estudiosos del siglo xviii y xix para
identificarles, y pocos rasgos más. Cuando las bandas gitanas alcanzan
Europa son, en cualquier caso, un pueblo nómada, pobre y desharrapado
que tiene que recurrir al robo en muchas ocasiones para sobrevivir. Aunque
no tengamos ninguna noticia concreta acerca de las razones que
obligaron a los gitanos a abandonar la India es probable que, al igual
que en el caso de Persia y Armenia, fueran las turbulencias internas del
país las que les movieran a dejar su lugar de origen. Tanto si los gitanos
salen de la India a causa de una crisis de subsistencias, como si lo hacen
motivados por alguna causa de tipo político, es evidente que quienes
actuaron así no contaban con una situación cómoda en su propio lugar
de origen. Según hemos visto al principio, es también bastante probable
que los gitanos pertenezcan al mismo grupo de hombres que los llamamos
«dom», es decir a una casta inferior cuya especialización laboral se orienta
hacia los trabajos de herrería, el nomadeo, y la actuación como músicos
y bailarines. Un bagaje, por tanto, muy útil para sobrevivir a lo largo del
camino, pero ciertamente escaso cuando se trate de llevar a cabo asentamientos
estables.
Los gitanos, por otra parte, irrumpen en Europa en plena baja Edad
Media, cuando la hora del capitalismo ha sonado ya desde hace tiempo.
Europa mira ya con extrañeza a estos nómadas de lengua y aspecto
chocantes en un período en el que la estabilidad de la población es para
los habitantes europeos la nota predominante. El choque, por tanto, entre
estos dos grupos de población tan distintos, el nómada recién llegado
que parece más próximo a los lejanos tiempos de las invasiones bárbaras,
y ios tranquilos burgueses y campesinos de un período de activo comercio
y expansión de los estados nacionales no podía ser pacífico. Los ecos
de este enfrentamiento están en la legislación de los distintos países de
Europa y la propia documentación que acabamos de resumir.
/. EVOLUCIÓN DE LA MINORÍA GITANA DURANTE LOS SIGLOS XV, XVI
Y XVII: LA POLÍTICA ESTATAL
Los gitanos en España. Periodización de la historia gitana
La llegada a España de los gitanos tiene características muy similares
a las que hemos visto para el resto de Europa, Amada López de Meneses
recogió sobre esta etapa una serie de documentos sumamente interesantes
que constituyen una cita obligada, al igual que los artículos de Sampson
o Bataillard para la aparición del grupo en los países al norte de los
Pirineos. Según señala López de Meneses, es posible que los primeros
gitanos que penetraron en la Corona de Aragón fueran los mismos que
habían visitado Bolonia y París '^. Alfonso V les concede permiso el 12 de
enero de 1425 para viajar por sus dominios durante un trimestre a don
Juan, autodenominado «conde» de Egipto Menor. Todos los «condes» y
«duques» gitanos que llegan hasta la corona de Aragón y hacen una incursión
a Jaén durante este período de 1427-1462 añaden a sus títulos
el apelativo de la «Pequeña Egipto», es decir, todos debían proceder del
área de Chipre y Siria que se conocía con esta denominación durante la
Edad Media ^''. El 8 de mayo del mismo año llega también, el conde
Tomás, de Egipto Menor, obteniendo los mismos privilegios. Al pasar la
familia de este conde por la villa de Alagón les robaron dos perros blancos,
que las justicias les devolvieron'^ El 26 de noviembre de 1434 es el conde don Tomás, quien pide copia de la carta de paso de 1425, y el
25 de abril se le concede un tercer salvoconducto a este don Tomás,
conde de Egipto Menor. El 23 de mayo de 1435 tenemos noticias de que
volvieron a cruzar ios Pirineos, puesto que el recaudador del peaje de
Jaca y del puesto de Canfranc les reclamó el impuesto, especialmente
porque llevaban «cabayos, ropas de seda, oro, argent, e otras averias» ^®.
Don Tomás exhibió el documento en que el rey de Aragón le autorizaba
para que «con sus gentes et familia fuesse por el mundo en pelegrinación
por la fe christiana» '^ y que pudiera pasar sin pagar el peaje. Al igual
que en los demás países europeos, los gitanos se presentan en España
como peregrinos, en este caso hacia Santiago de Compostela.
El viernes 9 de junio de 1447 llega un nuevo grupo de gitanos con
sus líderes a la cabeza, un conde y un duque. He aquí la descripción que
nos ha quedado de ellos: «Lo dia present entraren en la present ciutat
un Duch e un Comte ab gran multitut d'Egiptitans o boemians, gent trista
e de mala farga e methiense molt en devinar algunes ventures de las
gentes» '^. Hasta 1447, trece años después, no volvemos a tener noticias
de nuevos grupos. Según López de Meneses los núcleos primitivos se
dividen ahora en nuevas bandas para facilitar sus movimientos. El 4 de
marzo de 1460 se extiende de nuevo un salvaconducto a un líder gitano,
esta vez «Hacques in Minori Egipto comiti», también camino de Santiago
de Compostela y otros sitios devotos. Iba en compañía de unas cien
personas. Todavía hay dos condes gitanos más a quien se concede salvoconductos,
don Tomás y don Martín, el 23 de marzo y el 21 de abril
de 1460 respectivamente. Don Martín lo recibe en Castellón de la Plana,
y estos condes gitanos son los que hacen su aparición en Jaén el 22 de
noviembre de 1462, viaje del que volvemos a tener un documento lo suficientemente
amplio e interesante como para remitir a él al lector. Los
gitanos de los que habla la crónica del condestable y canciller mayor del
rey de Castilla Enrique IV tienen rasgos amables y la convivencia entre
ellos y los castellanos resulta perfecta, a pesar de algunas características
de estos hombres y mujeres que recuerdan a las descritas por el autor
por el autor de la Crónica de un burgués de París. Oigamos al autor
castellano:
«A veynte e dos días del mes de noviembre deste año llegaron a la
dicha cibdad de Jahén dos condesde la pequeña Egipto, que se llamaban
el uno don Tomás e el otro don Martín, con fasta cient personas de onbres
e mugeres e niños, sus naturales e vasallos. Los quales avian seydo
conquistados e destruydos por el Grant Turco; e porque después de ser
conquistados paresge ser que negaron nuestra santa fé, avia buenos dias
que, por mandado de nuestro muy Santo Padre, andavan por todos los
reynos e provingiasde la cristiandad faciendo penitencia,
E como llegaron a la gibdad de Jahén, el señor Condestable los recibió
muy onorablemente, i los mandó aposentar i facer grandes corras. E quince
o veynte dias que estovieron con él, continuamente les mando dar
todas las cosas que ovieron menester, a ellos i a toda su gente, de pan,
i vino, i carne, i aves, i pescados, i frutas, i paja, i cevada, abondatemente.
E muchos dias los dichos condes comieron con él i con la señora
condesa su muger; i al tienpo que se quisieron partir, mandóles dar de
su cámara muchas sedas i paños, de que vistiesen, i buena copia de
enrriques para su camino. E salió con ellos quanto media legua fuera de
la dicha gibdad de Jahén, por manera que los dichos condes partieron
del muy contentos y pagados, loándose i maravillados mucho de su grant
liberalidad i franqueza».
Cuando ya han transcurrido solamente unos cuantos años resultará
absolutamente impensable encontrar un texto similar. No obstante, en
1470 el conde Jacobo, y quince días después el duque Pablo, visitan
también a Miguel Lucas de Iranzo, según de cuenta con puntualidad su
crónica, a la que recurriremos de nuevo:
«Dende a quince dias que vino a la dicha gibdad de Andujar, aportó
por ella un cavallero que se llamava el conde Jacobo de la Pequeña
Egipto, con su muger la condesa, que llamaban doña Loysa, i con fasta
ginquente personas, onbres, i mugeres e niños, que traya en su compañía.
Los quales andavan asi por el mundo, segund digian i mos travan por
giertas letras, faciendo penitengia por mandado de nuestr muy Santo
Padre porque sus antegesores dis que avian fallesgido en la creengia de
nuestra santa fe por miedo i temor del Grand Turco, de quien avian seydo
conquistados i sojuzgados.
Si porque entre otras letras trava una carta del dicho señor rey, por
la qual su alteza enbiava mandar a todos lo grandes i subditos i naturales
destos sus reynos que oviesen recomendado al dicho conde Jacobo, i la
ficiesen toda onor i buen acogimiento, como por se gente estrangera y
andar como pelegrinos en aquella manera, el dicho señor Condestable
los mando resgibir y aposentar en la dicha gibdad. Y le fizo mucha onrra,
faciendo comer al dicho conde i a la condesa su muger todos los dias
que en la dicha gibdad estovieron con él y con la señora condesa su
muger, y mandado dar a todos los otros todas las cosas que avian menester.
E des que ovieron alli estado ginco o seys dias, mandóles ayudar de
su cámara lo mejor que pudo, con alguna copia de enrriques para su
viaje y mandóles dar su carta para que todas las gibdades i villas i logares
que en estos reynos estavan a su cargo i governación les ficiesen todo
onor e buen acogimiento. De todo lo qual el dicho conde i todos los que
con él venían se partieron del muy contentos y alegres loándose mucho
del dicho señor Condestable, de las grandes ayudas y merQedes que del
avian regebido.
Y dende a quince dias, o poco mas, llegó a la gibdad de Andujar otro
cavallero que se llamava el duque Paulo de la Pequeña Egipto, con gierta
conpañia de onbres y mugeres. El qual así mesmo traya cartas del rey
nuestro señor i letras del rey de Francia, y de otros duques y grandes
señores, de cómo andava por el mundo en pelegrinagión, faciendo penitengia.
Al qual el dicho señor Condestable hizo mucha onrra, segund a la
dignidad de su título dugal requería. E al tienpo que se ovo de partir, le
mandó dar su letra i ayudalle para su viaje y camino; usando de aquella
liberalidad que nunca a ninguno negó» '^
Todavía nos quedan por conocer nuevos líderes gitanos que hacen su
aparición en fechas un tanto posteriores: el conde Juan de Egipto, que
obtenía un salvoconducto en Barcelona en febrero de 1474, y un líder
gitano que visitó Madrid, sin que sepamos su nombre.
Además de estos núcleos de gitanos que llegan hasta la península en
la primera mitad del siglo xv, todavía tenemos noticias de algunos, procedentes
al parecer de Grecia, que entran también a España huyendo de
la presión de los turcos. Esta segunda oleada gitana es la de los «grecianos
» según se autodenominaban al parecer, de los que también reunió
noticias Amada López de Meneses ^° quien considera que llegaron desde
el ÍVIediterráneo a partir de 1448. Respecto a esta segunda etapa de la
penetración gitana tenemos noticias de los salvaconductos que se concedieron
a «Johannes de Grecia, militis», y conjuntamente a «Johannes
et Georgius de Grecia», ambos salvoconductos de 1488. En 1491 el infante
Enrique daba su protección a Francesc de Negropont, caballero, y a su
comitiva, y tenemos noticias de que un tal Andreu Carranza Cátala, «Grecus
dux et capitaneus miilorum Grecorum tan marium quam faminarum»
se embarcaba en Córcega con el propósito de venir a España para hacer
una peregrinación a Santiago de Compostela. El 2 de agosto de 1496 era
«Franciscus de Arilo, miles de natinione Grecorum», quien llegaba «cum
sua gente et comitiva et cum suis servitoribus equestribus et pedestribus
pro sua et eorum penitencia complenda per regna Aragonum et Castelle
peregrinare conatus est»^\ Como vemos, estos nuevos líderes gitanos ya
no se presentaron con los altisonantes títulos de «condes» y «duques»,
sino que se consideraban como capitanes y conductores cuyo origen ya
no es el de Egipto Menor. Algunos han tomado ya nombres relacionados
con la cultura del reino de Aragón, lo que parece indicar que habían tenido
algún contacto previo.
En la Corona de Castilla también se otorgó salvoconducto a estos
nuevos visitantes, y en Medina del Campo se concede el 27 de julio de
1497 dos cartas de recomendación, una para Francesc d'Arguiro, «cavalier
de Grecia», ya que, «Nuestro sancto Padre le mandó qu'él, gierta gente
de su nación que trae en su companya de pie e de cavallo, ornes e
mugeres en penytengia, visitasen giertas yglesias e monesterios». La otra
carta de recomendación es para Juan de Bonafé, «caballero griego».
Según vemos, la excusa que utilizan los «grecianos» es la misma que sus
compañeros de Egipto Menor: visitar Santiago de Compostela y otros
lugares sagrados.
Los grupos gitanos que llegan a la península a lo largo del siglo xv
son, por tanto, pequeñas bandas de hombres y mujeres que oscilan entre
las 50 y 100 personas, según se menciona en los documentos que acabo
de pormenorizar. En ambos casos se reúnen en torno a un líder, y parecen
demostrar una gran movilidad: Si tenemos en cuenta los grupos señalados
por López de Meneses en la primera oleada ^^, y los escasos nombres de
la visita de los grecianos, los gitanos que eligieron España como nuevo
hogar a partir de este período no podían exceder las 2.000 ó 3.000 almas
a lo sumo. Un número muy reducido de personas, pero con escasas
posibilidades de ganarse la vida y una gran facilidad para trasladarse de
un lugar a otro según puede observarse en estos mismos documentos.
Don Martín, don Tomás, don Jacobo y don Pablo penetran hasta Jaén y
Andújar, en 1462 y 1470. Uno de estos condes llega hasta Madrid, y por
Castilla circularon también don Felipe, don Luis y don Jacobo en 1491 ^^
Estos mismos Felipe y Luis son, probablemente, ios que habían estado
en Castellón en 1484.
La situación de estos nómadas debía ser, seguramente, muy difícil y
explica la aparición de los primeros conflictos. A pesar del tono «idílico»
de la crónica de don Miguel Lucas de Iranzo y de otros documentos a
los que me referiré más tarde, incluso en estos primeros mementos se
pueden observar ya los síntomas de un conflicto que va a causar serias
preocupaciones a la Corona durante los siglos siguientes. El 30 de septiembre
de 1482 Pere Soidevila comparecía ante la corte de justicia de
Lérida para denunciar las amenazas de muerte de que había sido objeto
por parte de unos «boemians», que, «venuts a la present ciutat moguts
per lo sperit maligne, no tement Deu ni la corecció temporal, havient robat
a dit Soidevila huit Iliures en diners que portova com no portas me» ^''.
También había habido serios problemas con un «greciano», un tal Joan
de Costa, a quien el 8 de octubre de 1492 el infante Enrique de Aragón
dio permiso para que sus gentes ejercieran las artes mecánicas y vendieran
sus productos al precio que pudieran concertar con los compradores.
Costa abusó de las mercedes de don Enrique, y empezó a exigir
un tributo de un ducado a las caravanas que encontraba por los caminos
".
Según vemos, a pesar del tono amable de los salvoconductos y otros
documentos de los que hablaremos a continuación, se estaba gestando
ya un serio conflicto del que todavía tenemos otros ecos. El 25 de enero
de 1489 se extiende en Valladolid un salvoconducto para unos mercaderes
griegos que han sido maltratados en Sicilia al ser confundidos con gitanos

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